15 mai 2011

Cannes / hoy en El Nuevo Herald

Mi artículo de hoy en El Nuevo Herald, sobre Cannes (ahora en Festival). Fotos tomadas por mí:

Cannes, perla de la Riviera Francesa / William Navarrete.


Cannes: perla de la Riviera Francesa
William Navarrete
El Nuevo Herald, domingo 15 de mayo del 2011

Dos momentos cumbres marcan la vida de Cannes, balneario de la Riviera Francesa: la temporada veraniega de julio a agosto y el célebre Festival de Cine que, cada mes de mayo, recibe a célebres artistas y directores del séptimo arte del mundo entero sobre una Croisette -el conocido malecón de Cannes-, abarrotada de público dispuesto a no perder un sólo instante del momento en el que cada estrella sube la escalinata del Palacio del Festival. Es el llamado tapis rouge o tradicional alfombra roja con que se cubren los escalones para esta ocasión.

Sin embargo, fuera de estos dos momentos en que Cannes pierde toda intimidad e, incluso, el color local que la caracteriza, la pequeña ciudad del Mediterráneo francés ofrece un ambiente idóneo para quienes desean descansar en una aglomeración semiurbana, a orillas del mar, lejos del bullicio y del estrés de las grandes ciudades y bajo un clima que, en general, suele ser muy clemente durante casi todo el año.

Lejos parecen ahora aquellos tiempos en que el acaudalado aristócrata escocés Lord Henry Peter Brougham construyó, en 1834, la Villa Eleonore, mansión cuya atmósfera y belleza la convirtió en quimera para la alta sociedad británica. En esos tiempos, Cannes no era más que una aldea de pescadores, construida a la italiana, en lo que hoy se conoce como el barrio del Suquet, que desde lo alto de su vieja iglesia ofrece una hermosísima vista de la marina, el puerto, la bahía, la Croisette y las islas Lerins. En dicho barrio medieval, el Museo de la Castre, fundado en 1877 e instalado en las ruinas del antiguo castillo que dominaba el paisaje desde el promontorio, atesora los vestigios arqueológicos del Cannes prehistórico y muestra colecciones de pinturas y objetos de arte que trazan la historia del pueblo.

Casi al pie de la colina del Suquet, el mercado Forville, es uno de los lugares a los que se dirige la gente de Cannes para comprar legumbres, frutas y productos alimenticios típicos que los campesinos de la región venden a veces pregonándolos con ese característico acento del francés provenzal. No lejos de allí, la iglesia Nuestra Señora de la Esperanza, erigida en 1521 en estilo gótico, posee algunas importantes estatuas de madera tallada que datan de los siglos XIV al XVIII. El templo adquiere gran animación cuando, durante las Navidades, se instalan allí pesebres naturales y nacimientos.

Evidentemente, Cannes tiene también una parte más moderna, construida a finales del siglo XIX y principios del XX. Se trata de su conocido malecón o avenida marítima, popularmente llamado La Croisette. Bordea las playas a lo largo de una alameda de palmeras y exhibe la arquitectura típica de la belle époque, manifiesta en hoteles de lujo como el Majestic, el Martínez y el Carlton, este último construido en 1911 por Henri Ruhl y, cuyo arquitecto se inspiró, según la leyenda, en los senos de la célebre cortesana conocida como La Bella Otero. También se puede ver en este paseo La Malmaison, villa típica de la arquitectura doméstica de ese período, convertida en nuestros días en centro de exposiciones temporales. Al final del paseo, el Casino Palm-Beach incluye salas de juego, una discoteca y una agradable piscina.

Al igual que Niza, Cannes posee una iglesia ruso-bizantina, San Miguel Arcángel, construida por la esposa del Zar Alejandro III y cuya presencia da testimonio de un pasado en el que la nobleza blanca de Rusia veraneaba en estas playas.

Casi al pie del Suquet y antes de comenzar La Croisette, frente al Ayuntamiento y a la Alameda de la Libertad (en donde bajo frondosos plátanos los cannenses juegan a la petanque) se encuentra el viejo puerto. Llamativos yates de lujo coexisten allí con las barcas rústicas de los últimos pescadores. Desde uno de sus muelles se toma el barco que lleva a las Islas Lérins: Santa Margarita y San Honorato.

La primera de ellas es célebre por su Fuerte Real, construido bajo Richelieu y remodelado por Vauban en 1712. Una vedadera ciudadela militar con cuarteles, iglesia y otras dependencias, además de la prisión, componen el sitio. Fue en esta última donde, al parecer, vivió recluido, a partir de 1687, el mítico Prisionero de la Máscara de Hierro inmortalizado por Alexandre Dumas en una novela; por Víctor Hugo en una pieza de teatro y del que existen al menos cinco versiones cinematográficas, no pocos poemas y tratados (incluido el de Voltaire), casi todos suponiendo que se trataba de un hermano mellizo de Luis XIV. Hoy día, la prisión acoge el Museo del Mar y el resto de la isla posee agradables caminos entre pinares y hermosas playas, aisladas de todo contacto con el mundo exterior, así como de una bella vista de la isla vecina.

En cuanto a San Honorato, la segunda isla, es propiedad de los monjes (hoy cistercienses) desde que en el año 410 San Honorato de Arles desembarcara allí para construir la capilla de San Caprais. En el monasterio, los monjes viven y trabajan la viña, y cultivan sólo ocho hectáreas de tierra de donde obtienen más de 3,500 botellas de vino y gran variedad de licores. La isla posee además un fuerte en forma de torreón construido en el año 1073 por el abate Aldebert con el objetivo de proteger a la comunidad de las incursiones de los sarracenos y piratas genoveses. De hecho, esta porción de tierra fue invadida y ocupada por los españoles de 1635 a 1637. La iglesia de Lerins, data de 1875, pero absorbió en el momento de su construcción a la Capilla llamada de los Muertos, concebida en el siglo X. Una orden benedictina se instaló en dicha isla en el año 660 y se mantuvo hasta los albores de la Revolución Francesa en que el sitio fue confiscado.

Un momento capital de la estación estival de Cannes es el Festival de Fuegos Artificiales, lanzados desde el mar y en que cada año compiten diferentes países invitados a lo largo de todo el mes de agosto, rivalizando unos con otros en cuanto a calidad de pirotecnia. Los más jóvenes intentan ganar la confianza de los porteros del Baoli, la discoteca más famosa de la zona, para que los dejen entrar, después de haber tomado el aperitivo, e incluso cenado, en el restaurante Tantra, de especialidades asiáticas en versión nouvelle cuisine. Los que gustan de la cocina gourmet quedarán sorprendidos por la gran cantidad de opciones que ofrece el pueblo. La cocina italiana, japonesa, marroquí y, por supuesto, la provenzal y, en general, la francesa. Como todas las ciudades de la Riviera Francesa, Cannes también posee una trastierra en que se mezclan leyendas, sabores y olores de la antigua Provenza, lejos de toda influencia de cosmopolitismo y turismo contemporáneo. Viajar por la trastierra de Cannes es también otra opción para aquellos que crean haber agotado las posibilidades que ofrece el célebre balneario.


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