12 sept. 2010

Villa Ephrussi de Rothschild / Saint-Jean-Cap-Ferrat

Como mismo el propietario de la Villa Kérylos legó su propiedad y colecciones al Estado francés, la archimillonaria Béatrice Ephrussi, nacida Rothschild, tras su muerte en 1937, ofreció su palacete y admirable colección de arte a la Academia de Bellas Artes del Instituto de Francia. Esta siempre será la gran diferencia entre millonarios-cultos y millonarios-sacos-de-boniatos. Francia ha tenido siempre (igual que Italia) un montón de los primeros y muy pocos de los segundos, basta asomarse, incluso hoy día, a las grandes colecciones de arte del siglo XX que se acumulan en Venecia, para disfrute público y gracias a François Pinault, una de las primeras fortunas de la Francia del siglo XXI.

El caso es que a esta baronesa del linaje de los Rothschild la locura y excentricidad le dio por hacer buenas obras. Una de ellas fue la espléndida Villa Ephrussi de Rothschild, construida entre 1907 y 1912 en el mejor lugar (por ser el más estrecho) de la península de Saint-Jean-Cap-Ferrat. Un lugar que por suerte, a golpe de billetes, le arrebató al rey Leopoldo II de Bélgica, quien tenía la propiedad vecina y quería extender sus hectáreas de jardines. Béatrice deseaba tener desde su casa la impresión de hallarse en un navío que le recordase un viaje memorable que había hecho a bordo del vapor Ile de France, años atrás. Su obsesión era tal que exigía que sus jardineros se vistieran de marineros para acentuar sus fantasías. Ignoro si a su marido (el banquero ruso Maurice Ephrussi) le exigía dar voces de mando de capitán. Al estar la Villa situada en la parte más estrecha de la península es posible ver el Mediterráneo a ambos lados: al Oeste la dársena de Villefranche-sur-Mer y al Oeste, la de Beaulieu-sur-Mer.

La Villa es una joya. En sus recintos las colecciones de arte, porcelanas, tapices, muebles, son de gran valor. He privilegiado las vistas de los jardines (7 en total: español, florentino, a la francesa, provenzal, el enorme rosal, los templos, fuentes, estanques, etc.) porque me parece realmente, con la vista incluida, el mejor logro de este sitio paradisíaco. Si Beatrice solía viajar con decenas de cotorras vivas de su colección, su Villa es hoy todo lo contrario al ruido que debían hacer aquellos plumíferos chillones: un mundo de equilibrada paz y armonía. En esta época del año los "juegos musicales de agua" le aportan una atmósfera inolvidable: los chorros bailan al ritmo de arias de óperas y otras piezas inmortales del repertorio clásico europeo. Como he dicho antes, la Riviera es una fuente inagotable de belleza. La razón seguirá siendo muy simple: no sólo el clima y el paisaje son espectaculares, sino que a lo largo de la historia de Francia casi todo el mundo que ha tenido renombre en cualquier ámbito (y dinero, of course), desde nobles, artistas y banqueros, hasta políticos, actores y lo que sea, ha construido, mandado a construir o alquilado, su propio nido aquí:














Un atardecer de septiembre en la Villa y los jardines Ephrussi de Rothschild en Saint-Jean-Cap-Ferrat.